Texto y Foto: Francisco J. Vázquez | Publicado: 1 de mayo de 2024
No es fácil tener un lugar en la Historia. Normalmente se obtiene por una serie de méritos militares, por aportaciones al mundo de la cultura o de la ciencia, por un hecho puntual transcendental... Pero todo tiene excepciones, incluso los reconocimientos. Y es que no todos los nombres que han perdurado y seguirán haciéndolo a lo largo de los siglos se deben a estas circunstancias.
Buen ejemplo de esto es Iucunda, de la que nada se sabía hasta que el 16 de agosto de 2006 aparecieron en el yacimiento arqueológico de Segóbriga (ciudad romana localizada en el municipio de Saelices) tres fragmentos que en conjunto componían una estela. El monumento funerario fue destruido en los trabajos de construcción del Circo de la ciudad y quedaron abandonados en el lugar en el que se encontraron.
La importancia de este hallazgo radica en su protagonista. Y es que está erigida en honor a una esclava que murió a los 16 años víctima de un tumor maligno y que parece ser vivió allá por el s. II d.C. El monumento consta de una parte superior con la representación de la tal Iucunda sentada mientras tañe una cítara (lo que hace suponer a los estudiosos que no era una esclava al uso sino cultivada), y una parte inferior de la estela donde se encuentra un texto métrico dedicado a la difunda que da muchos datos de ella. Dice lo siguiente:
No tendrá que añorar tras su muerte a sus hijos perdidos.
Para Iucunda, esclava de Manio Valerio Vítulo e hija de Nigella.
Desahuciada al acercarme a mis 16 años cedí, vencida, al peso de mi destino.
He aquí lo que puede abatir tu corazón, lector, la causa prematura, lamentable,
de mi sepultura. Pero, llegada a mi fin, descanso en un lugar querido, antes que
las enfermedades destruyeran mi cuerpo con un tumor intolerable
para cualquiera. Ahora, libre de preocupaciones, reposo bajo la hierba ligera.
Ahora os toca a vosotros el cuidado de mi sepultura, padres, querido esposo,
adiós para siempre.
Que a mí no me pese la tierra y a vosotros los dioses os sean favorables. Sé
propicia para esta citareda, como también Febo lo fue mientras viví.
Resulta curioso saber que los romanos no temían a la muerte. Temían más al olvido. Y esta mujer joven, adolescente, consiguió que su nombre y su breve historia quedaran como legado de su existencia.
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